Esos bocadillos…
Aquí está, este es, lo empiezo YA, y por qué, porque me he propuesto que este año voy a dejar de Procrastinar! Este es el primero de mis propósitos, y siendo hoy, día 24 de enero de 2016, estoy ahí, ahí, de que se me pase enero y no he vuelto con mi blog. Pues eso, que no podía ocurrir, o el resto de mis propósitos se irían al traste! Y empiezo con «Esos Bocadillos»
Es enero del 2016. Me encantan los eneros de todos los años, es como tener una segunda oportunidad (bueno, yo llevo unas cuantas segundas oportunidades! Cómo pasa el tiempo ;))
Ya han pasado las Navidades, han estado genial. He disfrutado de la familia y he conseguido relajarme un poquito, tampoco mucho, que no te puedes dormir en los laureles… Qué maravilla antes, cuando éramos pequeñas, y pasábamos unas Navidades sin parar de hacer cosas divertidas, con tus hermanas, con tus padres, con tus primos… Esos teatros que montábamos con los primos para demostrar nuestras artes delante de los mayores… Qué panzá a bailar… El Dúo Dinámico era un incondicional de estas fiestas de Noche Buena, y hasta Paloma San Basilio!! Cómo pasa el tiempo… Ahora estoy deseando que sea mi hija y mis sobrinos quien estén nerviosos perdidos preparándonos una sorpresa para pasar una noche muy especial. Claro que sí. Quien ha sido feliz de pequeño, transmite lo mismo a sus hijos… y el que no tanto, le recomiendo que, precisamente por eso, sólo muestre ese amor y ese apoyo a los nuestros, merece la pena el resultado.
En casa, que no somos de comer poquito, hemos matado toda la vida nuestro propio pavo, gigantes siempre, por cierto, y lo empezábamos a devorar el mismo día de Noche Buena. Ilusos nosotros, y con la excusa de que por la noche se comía demasiado, nos reuníamos alrededor de la chimenea así como a las 12 del medio día para que nos diera tiempo a hacer la digestión antes de la gran bacanal de la noche.
Mi padre cogía (y sigue cogiendo), su cuchillo jamonero, sacaba el afilador, vamos, la piedra de afilar, ya hundida por la de cuchillos que han pasado, y con la destreza de un cirujano, partía los filetes de la pechuga del pavo, aun casi caliente. Los salaba, y dejaba a un lado en nuestras bandejas de aluminio. Mientras tanto, en la cocina, mi madre freía los tomates, las cebollas y los huevos. Los disponía en más bandejas y lo sacaba à la chimenea. Las barras de pan, esas barras sí que eran rústicas, rústicas, pan de pueblo del bueno, del que si, simplemente, les pones aceite y sal ya te saben a gloria bendita. Colocaba las barras de pan cerca del fuego para que estuvieran calentitas y luego nos las iba pasando para que las convirtiéramos en futuros bocadillos. Se partían por la mitad, se abrían, y a esperar a que mi padre sacara la carne de la brasa.
El ritual era: untar bien de mantequilla, restregar el tomate en el pan, poner el pavo, encima la cebolla, después el huevo frito y apretar, mmmmmhhhh, espectacular!! Uno, dos bocadillos?? Qué cosa más rica, no teníamos fin. La boca, cual serpiente constrictor, se nos adaptaba al pedazo de tamaño bocadillo. Era increíble… Así pues, terminábamos de comer como a las 5 de la tarde, y ponte luego a cenar a las 9.30, justo después del discurso del rey, por supuesto, … Era casi imposible!! Ojo, que he dicho casi.